hasta que cogí las riendas y te miré.
Ahí estabas tú.
Tan risueño,
tan pecoso
y tan sonriente.
Cuántas palabras volaban alrededor,
buscando echar a correr hacia un rincón.
Apartarse,
ocultarse,
borrarse.
No es fácil prepararse para el disparo,
sobre todo cuando tienes la certeza de que no fallará.
¡Pum!
Y con un solo tiro te maté.
Podría recordar que ese fue el segundo exacto
en el que empezaste a odiarme.
Y no te culpo,
habías venido totalmente desarmado.
Es una mierda que te dejen,
realmente lo es.
Pero también lo era mirarte
y no encontrar el motivo por el que me enamoré.
¿Cuántas veces te he dejado de querer?
Solo una y nunca más lo haré.