Una tarde de invierno, una tarde de
frío, me encontré con una mirada.
Ni siquiera la lluvia podía impedir
que esos ojos se encontraran con los míos
Y cuando lo hicieron, no solo los
charcos grabaron tu mirada,
también mi cabeza me proyecta una y
otra vez tus ojos,
como cuando miras fijamente una luz y
después permanece en la pupila.
Estaba anocheciendo, y las farolas a tu
paso se encendieron,
al igual que pasan las olas cada vez
que intentan olvidarse del mar,
al igual que pasan las hojas cuando una
ráfaga de viento las hace volar.
Fue una mirada fugaz, pero en esa
fugacidad el tiempo se detuvo.
Fue como esa sensación de volver a
casa,
donde la chimenea te espera para
devorar el frío.
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